La victoria de la Unión Soviética sobre el nazismo fue percibida en Venezuela como un gran avance en la lucha de los pueblos por alcanzar condiciones de democracia y de progreso social. Para nuestro pueblo, fue la culminación de un momento brillante de democratización y liberación internacional.

En la conciencia política de los venezolanos, los principales factores de la amenaza fascista se habían manifestado con mucha claridad en la Guerra Civil de España en 1936 y marcarían hasta nuestros días las principales corrientes políticas e ideológicas del país.

En los años 30, sin la existencia de partidos políticos legales en Venezuela, los factores democráticos habían organizado la lucha a través de la Federación de Estudiantes de Venezuela, partidaria de la República en España y contraria al fascismo.

Los simpatizantes del fascismo respondieron con la creación de una organización paralela, la Unión Nacional de Estudiantes, partidaria de Franco, Mussolini y Hitler. Los dirigentes de esa organización crearían después el partido Copei, que es la organización de la que surgieron Primero Justicia y Voluntad Popular, las dos estructuras que actúan hoy en Venezuela como puntas de lanza de la agresión que perpetra Estados Unidos contra la república Bolivariana.

La lucha contra el fascismo permitió que por primera vez las fuerzas de izquierda de Venezuela tuvieran un marco legal de actuación, fundamentalmente el Partido Comunista de Venezuela. El impacto de la visión impulsada por la política del Frente Popular Antifascista creó el imaginario político para un proceso de democratización del país, que había permanecido bajo un férreo régimen militar desde los inicios del siglo XX.

Aunque Venezuela no estuvo directamente involucrada en el conflicto bélico, el 16 de enero de 1944, a las 2:44 am, el submarino alemán U-502 torpedeó a un grupo de buques petroleros en aguas del Golfo de Venezuela.

Fueron atacados y hundidos los buques Tía Juana, Monagas, San Nicolás, Pedernales y el Arkansas. Perecieron más de 20 venezolanos, mientras que varios tripulantes se vieron precisados a abandonar las naves en llamas y permanecieron por días varados en las costas de la península de La Guajira.

Dado el estado incipiente de su Armada, la capacidad de respuesta de Venezuela frente a este ataque fue practicante nulo, y se limitó a las operaciones de rescate.

Venezuela había roto las relaciones diplomáticas y comerciales con las potencias del Eje; mientras que las estableció con China y la Unión Soviética, obviando así la férrea tradición anticomunista de las dictaduras que habían gobernado al país.

Durante la guerra Venezuela suministró de manera constante petróleo a Estados Unidos, suministro que resultaba crucial para mover su maquinaria de guerra. La producción petrolera venezolana experimentó un crecimiento sustancial en este período, cuando pasó de una producción de 406 mil barriles diarios, en 1942, a 702 mil barriles al día en 1944. Este factor convierte a Venezuela en un objetivo táctico de la Alemania Nazi.

Al margen de la lucha de las potencias colonialistas de Europa, que pugnaban por preservar o incrementar sus áreas de dominio, los pueblos actuaron en una múltiple guerra popular antifascista, cuyos intereses y demandas sobrepasaban los propósitos que se habían impuesto algunos de los Estados involucrados en la guerra.

A pesar de que poco después Estados Unidos impuso de nuevo una severa política anticomunista a todos los países bajo su influencia, el accionar antifascista de los pueblos creó las condiciones necesarias para poner fin al colonialismo y para alcanzar las políticas de bienestar social que favorecieron durante años a millones de personas.

Más que cualquier otra fuerza, los partidos comunistas organizaron y dirigieron la resistencia popular contra el fascismo. Su visión condujo a la participación de trabajadores y campesinos que lucharon por un mundo mejor después de la guerra.

La narración de la guerra contra el Eje que asigna un desproporcionado papel a la participación de Estados Unidos, a veces admite la coexistencia de ejércitos oficiales y de la resistencia, pero las presenta como si se tratara de una sola cosa. Borran de la memoria colectiva las diferencias y contradicciones en los objetivos, ideología, tácticas y estructuras militares y sociales.

Un elemento que puede ilustrar esta disparidad, lo constituye el hecho de que, durante la guerra civil española, los Aliados occidentales apoyaron a Franco, un fascista, antes que a la República. Este apoyo se mantuvo mucho más allá de la guerra.

Occidente sólo comenzó el conflicto con la Alemania nazi cuando sus políticas resultaron ineficaces para frenar la expansión de Hitler hacia los territorios de influencia británica y francesa.

El fascismo es la negación de estos valores fundamentales apreciados y defendidos por todos los pueblos del mundo.

Escribo desde la perspectiva de un pueblo, Venezuela, que hoy está asediado y sometido a la agresión permanente de factores internos de ultraderecha que sirven a los intereses de Estados Unidos. En nuestro caso, de forma muy clara, el fascismo es una amenaza de hoy y no sólo un tema de historia.