Barbie fugó a América Latina en 1951 en lo que se llamó "la ruta de las ratas". Con un nuevo nombre, Klaus Altmann Hansen, se desempeñó como asesor de seguridad en varios regímenes militares sucesivos en Bolivia difundiendo la enseñanza fascista en ejército boliviano.
El carnicero de Lyon confesó a unos periodistas franceses que él trabajaba para Gehlen. Barbie, vivió impune durante más de tres décadas, pero fue el boliviano Gustavo Sánchez Salazar, quien fungía como viceministro del interior en 1983, la persona que entregó a Barbie a Francia para ser juzgado por sus delitos.
"Yo estaba un poco obsesionado con Barbie", confesó el ex viceministro, quien, en los años 70, estando en Chile, junto a Regis Debray y el cazador nazi Serge Klarsfeld, planificaron secuestrar a Barbie, pero el plan les falló. Una década más tarde, durante el gobierno democrático de Hernán Siles Suazo en 1982, Sánchez
[1] recibió el encargo del entonces presidente de "cuidar" al Carnicero de Lyon día y noche con el objetivo de entregarlo a las autoridades francesas.
Sánchez supo que durante la guerrilla de 1967 liderada por el Che Guevara, oficiales de la CIA llevaron a cabo interrogatorios donde participó el asesor del entonces presidente de Bolivia René Barrientos, Klaus Altmann (Barbie) y durante la dictadura de Hugo Banzer a principios de la década de 1970, el criminal nazi continuó interrogando y torturando a los opositores del régimen.