Kate Hudson
Kate Hudson — Una de las líderes del Movimiento por la Paz, es especialista en historia. Durante muchos años se dedicó a realizar investigaciones académicas al encabezar de 2000 a 2010 el Centro de Investigaciones Sociales y Políticas de la universidad londinense de South Bank. Además, es autora de varios libros, incluidos los dedicados al movimiento de izquierda en Europa, Yugoslavia y la historia del movimiento por la paz. Desde 2001 participa activamente en el trabajo de la organización Campaña por el desarme nuclear, al convertirse en 2003 en su máxima dirigente, mientras que en 2010 llegó al puesto de Secretaria General. Kate Hudson también es miembro de la dirección de la Unión de Izquierda, partido de izquierda del Reino Unido afiliado a la Izquierda Europea.
Nuevo siglo-nuevos retos
En el aniversario 75 de la Victoria sobre el fascismo rendimos tributo al gran coraje y los incalculables sacrificios del Ejército Rojo y del pueblo soviético. Nosotros honramos esos esfuerzos titánicos que forjaron el punto de inflexión en esa terrible guerra, garantizando la victoria sobre la Alemania nazi. La alianza surgida en los años de la guerra entre la Unión Soviética, Estados Unidos y el Reino Unido jugó un papel crucial en la victoria sobre el fascismo. Ello muestra cómo la voluntad común y la unidad de propósitos permiten superar la amenaza más extrema.

Hoy día, ese mismo propósito común y la cooperación entre los países son esenciales para lograr la solución de problemas globales que se presentan ante la humanidad, en particular el cambio climático y las pandemias, con gran cantidad de víctimas humanas, de los cual somos testigos ahora. Nosotros entendemos que esos problemas sobrepasan las fronteras de los países y es imposible resolverlos por separado. Ellos requieren soluciones internacionales y debemos procurar que, entre todos, como una sociedad global, enfrentemos estos desafíos por el bien del futuro de toda la humanidad.

No obstante, al mismo tiempo que nosotros necesitamos más la cooperación internacional y la solidaridad, vemos como crecen las fuerzas políticas que se oponen a esa posibilidad. Se produce un renacimiento de un nacionalismo de extrema derecha que, durante decenios, después de la II Guerra Mundial, estaba orillado en la periferia de nuestra vida social. Era difícil imaginar que estas fuerzas resurgirían a gran escala en el siglo XXI, para arruinar nuestras vidas y sembrar el odio en nuestras comunidades.

Sin embargo, ocurrió exactamente eso, y está entorpeciendo los esfuerzos colectivos en la lucha contra las amenazas existentes, como lo es el cambio climático. En los últimos años, por primera vez desde la década de los 1930, la extrema derecha registró un incremento, tanto en Europa como en todo el mundo.
La presencia de Donald Trump en la Casa Blanca, con su "nativismo" y posiciones reaccionarias, alienta a la extrema derecha donde sea que se encuentre. Por supuesto Gran Bretaña no ha sido inmune a esa tendencia política
El referéndum del Brexit en 2016 marcó un giro hacia la derecha en la política británica y sentó las bases para el surgimiento de un movimiento nacionalista de extrema derecha en Gran Bretaña. El Partido Conservador, bajo la dirección de Boris Johnson giró a la derecha, mientras su ala liberal pro-europea fue purgada. En efecto, el Partido Conservador, hoy en el gobierno, asumió la retórica de la extrema derecha, logrando por un lado la exclusión de los representantes de otro partido de la ultra derecha en el Parlamento, y por otro, hicieron que su ideología del racismo e intolerancia sea parte del contenido principal del mainstream.

El Partido Conservador logró el apoyo de los electores de la clase obrera, culpando falsamente a los inmigrantes de las dificultades que sufren muchas de las antiguas regiones industriales.
Sin embargo, la verdadera responsabilidad recae en el curso económico neoliberal puesto en práctica durante 40 años, que alcanzó nuevos máximos de violencia con la aplicación, por parte de los conservadores, de políticas de austeridad durante los años de crisis 2007−2008
Para entender por qué la extrema derecha está surgiendo nuevamente, es fundamental entender las decisiones políticas y económicas que se aplicaron después de esa crisis; y esa comprensión es crucial para contrarrestar esa corriente de manera efectiva.

La crisis financiera de 2007−2008 estremeció la política mundial, al poner en claro la inconsistencia de un sistema que crea enormes riquezas para una reducida minoría y, por otro lado, una situación de inestabilidad para muchos, obligados a contraer nuevas deudas para subsistir.

La responsabilidad de ese proceso reside en el régimen de neoliberalismo radical que se instauró en la mayoría de las naciones del orbe en la década de 1980, a la cabeza del cual se situó el Tatcherismo en el Reino Unido y el Reaganismo en Estados Unidos.
Ese golpe al consenso establecido en el orbe después de la II Guerra Mundial, de una economía mixta y un estado social, creó las condiciones para el incremento de las ganancias de los ricos, la desigualdad y dificultades para los pobres, así como el desencanto masivo de los principales partidos políticos
Los partidos socialdemócratas también asumieron los postulados del neoliberalismo, lo cual debilitó el movimiento de izquierda y obrero, de cuya situación se aprovechó la ultra derecha, inmediatamente después de irrumpir la crisis de 2008.

Como respuesta a la crisis financiera, surgió una serie de movimientos dirigidos a la lucha contra las medidas de una economía de austeridad, como lo fueron las numerosas huelgas generales, organizadas por los sindicatos en Grecia, el movimiento de los Indignados en España, la movilización contra los ajustes económicos en Portugal y en otras naciones europeas o el conflicto en torno al parque Taksim Gezi, que sacó a las calles a miles de turcos.

En algunos paises, el movimiento contra las políticas de austeridad llevó a la formación de partidos políticos de izquierda, incluido el caso de Podemos, en España, y permitió un incremento de la popularidad de algunos partidos de izquierda ya existentes como Syriza, en Grecia. Al mismo tiempo, aunque esa tendencia surgió mucho antes de la debacle financiera, la movilización antineoliberal en países de América Latina llevó al poder a gobierno de izquierda en Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Ese periodo, comprendido entre 2009 y 2014, se puede ver ahora como una etapa de lucha común contra el neoliberalismo, que hizo temer a los políticos de derecha y a los capitalistas. Desde entonces, los líderes capitalistas hicieron todo lo posible por derrotar a los partidos de izquierda y a los movimientos contra la economía del shock. El capital internacional, encabezado por Estados Unidos, desató una ofensiva masiva contra la llamada "marea rosa" en América Latina, al respaldar a una oposición interna de derecha y de extrema derecha. En Europa, los líderes de la Unión Europea sabotearon la política del partido griego Syriza de proponer alternativas a las duras medidas económicas, ante el temor de que, si Syriza realizara una reforma en interés de la clase trabajadora, ello podría levantar la autoridad de partidos similares, sobre todo, en el caso de Podemos en España y de la izquierda en Portugal.

En los principales países capitalistas, grupos de trabajadores y oprimidos empezaron a buscar alternativas más audaces como, por ejemplo, con el apoyo a Jeremy Corbyn en Reino Unido y Bernie Sanders en Estados Unidos.

Sin embargo, toda la experiencia del siglo XX demuestra que las grandes crisis del capitalismo abren posibilidades no solo a la izquierda radical, sino también a la derecha radical y al fascismo. Como afirmó Karl Polanyi en su trabajo clásico "La gran transformación", una importante parte de la clase capitalista apoya a la extrema derecha. Eso ya ocurrió en Estados Unidos y en el Reino Unido y se repite ahora en muchos otros países.
Bloquear el camino a la extrema derecha en el mediano y largo plazo será inconcebible sin la solución de aquellos problemas económicos y políticos, es decir, del régimen de austeridad económica y sus consecuencias, que les permitió a esas fuerzas llegar a nuestro mundo
La ironía de la situación actual reside en que, aunque los ultraderechistas son más fuertes, sus ideas no son compartidas por la mayoría. Existen inmensas reservas políticas de apoyo para el desarrollo de una opción multinacional y de la solidaridad social, tanto en Gran Bretaña como a nivel internacional. La lucha defensiva contra el racismo y la extrema derecha también debe convertirse en una lucha ofensiva contra los neoliberales que asuman posiciones de derecha.

El futuro es incierto y el camino ante nosotros es difícil. Pero la unidad, la solidaridad y la cooperación de las comunidades y entre los estados, de todas las fuerzas del progreso, de la paz y la democracia nos pueden llevar a la victoria, como ya ocurrió en 1945.
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