Viacheslav Bocharov
Viacheslav Alexeevich Bocharov es Héroe de la Federación de Rusia, primer Vice Secretario de la Cámara Cívica de la Federación de Rusia y Secretario de la Cámara Social en su quinta legislatura. Antes fue oficial de la dirección B (Bimpel) del Centro para fines especiales del Servicio Federal de Seguridad. Tiene grado de coronel. Participó en la liberación de rehenes durante el ataque terrorista en Beslán, al ser el primero en ingresar al edificio de la escuela ocupada por los terroristas y fue herido de gravedad. Por su coraje y heroísmo fue condecorado como Héroe de la Federación de Rusia. Entre 1981 y 1983 sirvió en el contingente limitado de tropas soviéticas en Afganistán. Sirvió durante 25 años en las tropas de desembarco aéreo. En 1973 ingresó en la Escuela Superior de Comando Aerotransportado de Ryazan, en 1990 se graduó de la Academia Militar MV Frunze. Es presidente del Fondo "Soldados del siglo XXI contra la guerra". Es miembro de la Dirección de la Asociación Rusa de Héroes de la Unión Soviética y caballeros de la Orden de Gloria y Valentía de la Federación de Rusia, miembro del Comité Ejecutivo del Comité Paralímpico de Rusia. Nació en 1955, en la región de Tula.
Vivir de tal forma que "no sea molestosamente vergonzoso por los años vividos sin sentido"
Yo soy un militar profesional. Cerca de 40 años serví a la Patria soviética, a su pueblo. En este periodo se incluyen los años en Afganistán, el difícil periodo de la desintegración de la Unión Soviética y la lucha contra la amenaza terrorista. Fui herido en tres ocasiones.

Por ninguno de los días de mi servicio como militar siento vergüenza. El ejército ruso es y fue siempre fuerte por sus tradiciones heredadas de generación en generación. Desde el generalísimo Suvorov hasta nuestros días, los soldados del ejército ruso se guían por los siguientes principios:

Un soldado no es un bandido. No hacer daño al prójimo. Golpea al enemigo con la humanidad no menos que con las armas.

Ante el enemigo vencido comportarse con humanidad. Si el enemigo se rindió, sé misericordioso.

La guerra por sí misma no es otra cosa que un crimen y durante las contiendas sufren y mueren personas.
Pero lo que el ejército hitleriano y sus aliados hicieron en los territorios temporalmente ocupados de la Unión Soviética no está sujeto al olvido, y aunque pasen los años, de ninguna manera tiene ni tendrá perdón
Yo nací 10 años después de finalizar la Gran Guerra Patria. Yo solo tenía seis años cuando el primer hombre en la Tierra, el ciudadano soviético Yuri Gagarin, logró dejar atrás la gravedad. Recuerdo los talones de productos con los que mis padres podían adquirir determinados productos en la tienda. Con aquella edad no podía relacionar esos dos hechos: la conquista del cosmos y la existencia de talones de productos. Pero es que con esa humildad cada una de nuestras familias también hizo su aporte en la conquista del cosmos. ¡En los hechos fueron dos victorias de una misma generación! Ese éxito solo lo podía tener un pueblo con la vista puesta en el futuro y yo soy heredero de aquella pléyade de vencedores.

En los años de mi infancia de ninguna forma podíamos imaginarnos que la trágica historia de la Gran Guerra Patria se pudiera, de forma tan liberal, interpretar, tergiversar, reescribir, sin tomar en cuenta las decenas de millones de almas pérdidas y destinos frustrados. Nosotros estudiamos ese periodo de la historia de nuestro estado en la escuela, aprendimos de las acciones heroicas de las personas, en muchos casos sacrificadas, que tuvieron lugar en la lucha contra un enemigo implacable y conquistador, veíamos en películas y leíamos libros. La asignatura de historia me la impartía Natalia Ignatievna, que fue enfermera en esa guerra, El 9 de mayo, los veteranos vestían sus uniformes con sus medallas y nosotros, los niños, veíamos a quienes trajeron la paz a la humanidad. Para ellos, fue una victoria de sacrificios con lágrimas en los ojos y nosotros, los niños, veíamos esas lágrimas.
Yo inconscientemente me preguntaba: ¿Acaso yo habría podido proceder de igual forma como lo hicieron esos contemporáneos? ¿Acaso habría podido yo, al estar rodeados de fascistas, hacer estallar una granada para inmolarme y eliminarlos, como lo hizo Marat Kazei, quien solo tenía 14 años?
Yo solo pude dar respuesta a esas preguntas en Afganistán, donde estuve en el servicio militar como vicejefe de un pelotón de exploración. En uno de los episodios de combate, mi pelotón se vio rodeado de Dushmanis, así les llamábamos a los enemigos. Yo resulté herido, pero continué dirigiendo el combate. Al comprender la complejidad de la situación, tomé una granada, saqué la espoleta de seguridad a la mitad y, si hubiera llegado el minuto crítico, hubiera activado la granada.

Pido disculpas por la digresión lírica.
En la Unión Soviética, nunca ocultaron, ni intentaron tergiversar o dar una versión ambivalente del papel de los estados de la coalición anti hitleriana en la lucha conjunta contra la Alemania hitleriana y contra sus aliados
Cada uno de esos países contribuyó con la Victoria. Nosotros sabíamos de la gran ayuda material que ofrecieron Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y otros países a la Unión Soviética y que era muy necesaria para los combatientes del Ejército Rojo y los trabajadores de la retaguardia. En el avión estadounidense R-39 "Aerocobra" que se suministró mediante préstamos arrendamiento, combatió el tres veces Héroe de la Unión Soviética, el futuro mariscal de la aviación Pokrishkin A.I. Nosotros nos enorgullecemos de las hazañas de los pilotos franceses de la escuadrilla "Normandia-Neman", de los guerrilleros yugoslavos o de los soldados del ejército polaco.

La Gran Guerra Patria no pasó por alto para mis parientes. El hermano de mi mamá, Alexander, fue tanquista. Un jovencito, tractorista de una aldea de Vologodsk, pereció cerca de Kursk en su primer combate. Mi suegro, Alexei Filipovich, combatió en el frente de Karelia y fue herido en dos ocasiones.

Mi mamá y sus dos hermanas, siendo aún niñas, trabajaron a la par de los mayores para de alguna manera acercar el día de la Victoria.
La guerra, literalmente, asoló con familias enteras
En la provincia de Samara existe un monumento a la familia de los Bolodchkini, que antes de la guerra había criado a nueve hijos. Todos perecieron durante la guerra. En la provincia de Arjanguelsk, los siete hijos de una sencilla mujer rusa como Kalista Pavlovna Soboleva nunca volvieron a su hogar. En la república de Chubashia, Tatiana Nikolaevna Nilkolaeva no pudo, después de la Victoria, abrazar a ninguno de sus ocho hijos. En Osetia del Norte, todos los ocho hijos de la familia de los Gazdaevi murieron heroicamente. Ejemplos como estos se pueden ofrecer muchos. ¡Cómo es posible olvidar todo eso!

La Segunda Guerra Mundial concluyó de forma victoriosa con la derrota de la Alemania hitleriana y de Japón. Pero apenas se escucharon los primeros fuegos artificiales festivos, de parte de los antiguos aliados como Estados Unidos y el Reino Unido, se empezó a observar de manera clara la amenaza de desatar una guerra contra una Unión Soviética maltrecha por la contienda, con el empleo de medios atómicos de destrucción. De ello hablan toda una serie de documentos. La creación en la Unión Soviética, en 1949, de un arma similar enfrió esa intención militarista, pero el deseo de jugar un papel dominante en la arena internacional en todas las esferas nunca desapareció en la élite de Estados Unidos. El bloque de la alianza noratlántica OTAN, como instrumento de esas aspiraciones, se convirtió en una realidad. Eso nosotros también lo estudiamos en la escuela.
Yo dedique toda mi vida a la defensa de mi querida Patria. El paso a otro sistema político-económico no influyó para nada mi convicción de que el pueblo al cual pertenezco necesita de una defensa segura contra cualquier enemigo que atente contra la soberanía de mi Patria
A finales del siglo XX, nuestro país enfrentó un incremento masivo de las acciones terroristas. Yo serví durante 12 años en una unidad antiterrorista y conozco de primera mano que consecuencias tuvo ese fenómeno para las personas. La destrucción de edificios, la captura y eliminación de rehenes, las ejecuciones crueles con el fin de intimidar. Muchos de los mercenarios e instructores no eran ciudadanos rusos. Los flujos financieros para garantizar la actividad de formaciones terroristas armadas también provinieron del extranjero. Los principios morales para estos renegados no existían. Un ejemplo claro de eso que escandalizó al mundo entero fue la toma de la escuela en el pequeño poblado de Beslán, en Osetia del Norte. El resultado fue de 334 rehenes muertos, de ellos 186 niños.
Resulta difícil ver con serenidad la fotografía en la que está sentado un abuelo en una silla ante la lápida de sus seis nietos. Fueron asesinados por desalmados iguales a los que en 1941 vinieron a ocupar nuestras tierras
Pasaron 75 años desde aquel victorioso mes de mayo. Lamentablemente, a nosotros, los herederos de los vencedores, nos toca defender esta Gran Victoria de un ataque masivo de los falsificadores de la historia. En 2015, cuando celebramos el 70 aniversario de la Victoria, fui con unos compañeros y desplegamos en el Polo Norte una gran copia de la Bandera de la Victoria, con una dimensión de 1156 metros cuadrados. Cuando los periodistas me preguntaron cual era el objetivo de esa acción yo contesté: "Una pequeña bandera de asalto que nuestros soldados izaron sobre el Reichstag la vio el mundo entero y la tomó como un símbolo de una victoria incondicional sobre la ideología fascista del odio entre personas. Sin embargo, en nuestros tiempos esa hiedra levanta nuevamente la cabeza en las fronteras de la Federación de Rusia y toma la forma de la amenaza terrorista mundial. Por eso nosotros "en el techo del mundo" desplegamos una copia de la Bandera de la Victoria, como un recordatorio de las decenas de millones de vidas que fueron exterminadas por las llamas de la Segunda Guerra Mundial y lo inadmisible de un escenario similar del desarrollo futuro de la historia".
Julius Fucik en su novela "Reportaje al pie de la horca" escribió: "¡Temed a los indiferentes! ¡Es con su consentimiento tácito que se cometen todos los males en la tierra!
Yo convoco a todos a recordar esas líneas y actuar de tal forma que "no sea insoportablemente vergonzoso por los años vividos sin sentido".

El 75 aniversario de nuestra Victoria común sobre el mal, en la Gran Guerra Patria, es un periodo de tiempo suficiente como para entender que la conservación de la paz en la Tierra es el resultado de esfuerzos conjuntos.
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